Me gustaría seguir la
conversación que tuve ayer con los comentaristas acerca de mi post. Vamos a
ver, en el Colegio de Electores, hoy día, tal como está la legislación de los
diferentes estados: unos compromisarios pueden votar con total libertad e
independencia, otros compromisarios si no secundan la voluntad de los votantes
del Estado tendrían que enfrentarse a cargos (pero su voto habría sido válido)
y, por último, otros estados retiran la validez del voto de aquellos compromisarios
que no secunden la voluntad expresada por los votantes.
Como se ve, este consejo
no ha dado ningún problema hasta ahora, pero podría darlos gravísimos. Sobre
todo en el caso de mala voluntad. Y eso sin contar con que la misma naturaleza
del voto de cada miembro del consejo es un asunto constitucionalmente debatido.
¿A qué me refiero? Pues a
que los Padres Fundadores, sin ninguna duda, diseñaron un consejo de hombres
independientes que dieran su voto en Washington al hombre que consideraran más
capaz. Pero, hoy día, en la práctica (aunque no en la teoría) es el Pueblo el
que escoge. Para complicar todo esto un poco más algunos estados comenzaron a
aprobar leyes que castigasen a los compromisarios que votasen de forma
diferente a la de la voluntad de los votantes del estado que les otorgó esa
función.
El Tribunal Supremo tuvo
que intervenir. Al final, decidió que esas leyes eran constitucionales. Pero el
asunto está lejos de estar zanjado: la voluntad inicial de los Padres
Fundadores era clara, pero hoy día mantener esa independencia de los
compromisarios podría dar lugar, incluso, a sobornos, a venta de votos y cosas
por el estilo.
Lo que está claro es que
tal como están las cosas hoy día a nivel meramente legal, ese consejo sigue
siendo una pieza suelta en la maquinaria. Pero suelta para mal. Su
independencia (la que de momento mantiene parte del consejo) puede dar lugar a
todo tipo de corruptelas.
Si un sistema es claro
como el de Montesquieu (tres poderes), la cosas están claras: sistema claro =
cosas claras. Pero si un sistema comienza a multiplicar sus piezas sin más,
comienza a ser posible jugar al ajedrez con esas piezas. Frente a la claridad
del Pueblo que manifiesta su voluntad, con un sistema de múltiples piezas es
posible hacer jugadas. Ya no importa tanto la voluntad del pueblo, como la
capacidad para moverse por el tablero para lograr algo con o sin la voluntad de
ese Pueblo al que teóricamente se representa.
Paradójicamente, en uno de mis ensayos, La decadencia de las columnas jónicas, defiendo el sistema de elección indirecta. Pero a condición de que las reglas del juego queden cristalinamente claras. De lo contrario, comienzan los problemas.
Lo mismo que en un banco las cuentas tienen que estar claras. En la nación, el sistema de transmisión del Poder tiene que cerrar todos los caminos a las ambigüedades. Esto es algo que hay que hacerlo escrupulosamente. Si no, después vienen los ayes.
Si algún día en Estados Unidos llegara al Poder un Presidente de forma ilegítima y se mantuviera así toda una legislatura, la causa de la libertad y la democracia se resentiría en todo el mundo.